Cuando despertó, las salinas de Torrevieja seguían igual, rosas al atardecer sus montañas de sal, pero de fondo no sonaba una habanera cadenciosa, Rosita de un verde palmar, o algo así, sino el rap abrupto de Arkano que anunciaba el presente. Eusebio Unzue recuerda al levantarse que hace 39 años su Reynolds, entonces, y él era casi un niño al volante de un coche, debutaba en la Vuelta, que salía de La Manga, no tan lejos, y habla de sus ciclistas, las panteras de Irurtzun, les dice, y salta de golpe al 2019, 40 Vueltas más tarde, y no se sobresalta pese a que todo haya cambiado tan rápido.
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