Como a tantas personas del mundo del tenis, la noticia de la expulsión del árbitro Damián Steiner por parte de la ATP me causó gran asombro. Dejar a una persona sin su puesto de trabajo debería responder siempre a causas graves e irreversibles. Y esto es lo que pensé que había ocurrido: que el argentino, tan correcto y valorado por los tenistas, como por sus compañeros de profesión, sorprendentemente, debía haber cometido alguna tropelía importante.
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