El mediodía nublado, antes de arrancar hacia El Puig, el pelotón se reúne en Cullera, donde una niña da volteretas feliz en una playa desierta y un guardia civil a moto se queja de la dureza de la carrera, de las carreteras sinuosas entre olivos milenarios y naranjos incontables de Valencia que le machacan la espalda, y como es picoleto no se permite ni pensar en abandonar. En el autobús del Jumbo, aparcado junto a la arena, Kruijswijk observa su rodilla hinchada y recuerda cómo se la golpeó cuando la carretera de la contrarreloj de Torrevieja se convirtió súbita en un charco, y dice que no puede más. Apenas comenzada la etapa, el tercer clasificado del Tour abandona, y deja más solo a su líder Roglic, que el miércoles deberá aclarar su figura, quién soy, a dónde voy, de dónde vengo, con todos los favoritos, en la ascensión al pico del Buitre (1958 metros) en la montaña roja de Javalambre, donde dos telescopios disfrutan de la mínima contaminación lumínica del sur de Teruel.
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