Como si se hartara de desatar un enredo para el que no veía solución, Santiago Solari apostó todo a una carta: all-in. Se jugó Copa, Liga y Champions con 12 futbolistas en una semana y el resultado no solo fue quedar fuera de las competiciones. Reventó físicamente a los jugadores que sostenían al equipo y expuso al resto a un sentimiento de desprecio del que los profesionales del fútbol, vanidosos por naturaleza, no se recobran fácilmente.
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