Ahora que le molesta el pubis, a Messi le alcanza con soplar una falta para marcar un gol y abatir al Espanyol. Tiró el rosarino suave y picado en la frontal del área, igual que si se tratara de un penalti al estilo Panenka, y el balón se levantó a cámara lenta hasta dar con la cabeza de Víctor Sánchez, tapado por Busquets y tan sorprendido con el lanzamiento como Diego López. Nadie supo qué había pasado ni porqué el volante cabeceó hacia su portería y no rechazó el cuero, asombrado quizá por la treta del 10. El público exculpó a Víctor Sánchez y se puso a hablar del embrujo de Messi.
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