Le sobró pista. Marc Márquez llevaba una ventaja de más de doce segundos que se quedó en poco más de nueve, porque era tal la distancia con sus perseguidores que se permitió hacer la última curva sin apenas darle al gas. Se levantó de su moto y entró en meta con los brazos en cruz. Había salido lanzado desde la primera posición de la parrilla e imprimido un ritmo bestial en los primeros giros: en seis vueltas ya sacaba cinco segundos al pelotón. A partir de entonces, se dedicó a gozar de esa Honda, más rápida, más afable, que cada vez le da más facilidades para disfrutar de un vals sobre la pista, que de rock and roll ya cuenta muchas carreras en su historial.
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