Cuando se abrió la ventana de fichajes de invierno, desde el área deportiva del Barça se propusieron completar a una plantilla que sufría desgaste por la cantidad de minutos acumulados, también porque entendían que si querían pelear por el triplete necesitaban alternativas a lo puesto, tal y como demostró la pifia europea del curso anterior ante la Roma. Así, después de que la directiva se negara a poner dinero porque el club no está para alegrías, el dedo bajó bastante en la lista de futuribles y se acabó por lograr las cesiones del atacante Kevin-Prince Boateng (Sassuolo) y del central Jeison Murillo (Valencia).
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