Un gran Atlético, enraizado a su identidad, eléctrico y combativo, terminó por llevarse por delante a la Juventus. El campeón italiano, amenazante con Cristiano de inicio, fue apisonado por una horda de jugadores envalentonados que firmaron uno de esos partidos incendiarios y emocionales. La ventaja de dos goles, que pudo ser mayor de no mediar el VAR en un cabezazo de Morata, le da un colchón muy respetable para Turín. Dos tantos de ímpetu en dos jugadas a balón parado, dos goles de sus centrales, Giménez y Godín. Atlético en estado puro. Pero sobre todo, fue el renacimiento como equipo mordedor y martilleante y la descarga de voltios con la que se desplegó lo que le encumbró en una noche para recordar.
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