Cuando Luis Enrique se descabalgó del banquillo del Barça, se celebró una cumbre de la comisión deportiva del club. Hubo quien abogó por nombres magnéticos como Sampaoli, Klopp y Conte, entrenadores de éxito que acaparan portadas. Pero el entonces secretario técnico Robert Fernández se negó porque en ocasiones anteponían su figura al colectivo y, sobre todo, no casaban con la filosofía de juego cultivada en La Masia. Por lo que escogió a Ernesto Valverde, que se mantiene en segundo plano cuando se encienden los focos pero que sí resulta intervencionista cuando el partido está en marcha. Así lo ha hecho en bastantes encuentros de este curso y así lo evidenció ante el Sevilla, cuando varió el inamovible 4-3-3 en un 4-2-3-1 para dar cabida a Dembélé, Suárez y Coutinho en la delantera con Messi de enganche. La apuesta salió redonda porque el Barça volteó el duelo (2-4) para arrimarse al campeonato de LaLiga, también para afrontar con calma los envites de Champions (Lyon) y los dos clásicos en el Bernabéu (Liga y Copa). “Hay técnicos que son gestores de grupos y ‘alineadores’, y otros que además de eso ejercen de entrenador. Ernesto, aún con talante conservador, interviene cuando las cosas están mal”, explican desde las oficinas del Camp Nou.
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