Anda Nick Kyrgios por la pista como aquel que está de paso y le apetece jugar un par de bolas. Y esta vez no hubo excepción. Al australiano, de 23 años, se le presupone un talento extraordinario, pero año tras año se confirma la decepción: Kyrgios está pero no está, no llega; Kyrgios, lo ha dicho él mismo más de una vez, no quiere ni le interesa desarrollar un potencial fuera de toda duda, en serio riesgo de perderse en la nada porque avanza el tiempo y sigue retrocediendo el tenista desnortado y circense. Proyecto de figura, pero ante todo show, en realidad.
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