Hay deportes mal llamados minoritarios cuya promoción depende de su capacidad competitiva y especialmente de sus épicos partidos en las grandes citas; imposible trascender si no se pone día, hora, rival y cara al encuentro. No cuentan hasta que se suben al podio y su impacto mediático es relativo si no son televisivos, su reglamento no ha sido divulgado y no provocan polémica, como ocurre en el fútbol con el Var. Hablaríamos por ejemplo del waterpolo y de la final olímpica a primera hora de la tarde del domingo 9 de agosto 1992.
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