Una de las sensaciones más bonitas e ilusionantes de las que se puede disfrutar en la vida es la de recibir un regalo envuelto y dentro de una caja. La intriga de lo que se encontrará uno más allá del papel. El momento de acercar la oreja y moverla para tratar de adivinar lo que contiene. La esperanza de que hayan acertado con el presente. Son detalles que nos devuelven por unos instantes a la infancia. Lo mismo sucede con las cajas que se guardan en los armarios, que siempre se abren con cierta intriga. A no ser, claro está, que se trate de una caja de galletas danesas, en cuyo caso solo cabe la decepcionante opción de encontrar utensilios para coser.
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