El tópico no deja de ser cierto por mucho que sea una experiencia mil veces repetida; la intensidad del sentimiento será variable, pero el núcleo de la emoción permanece invariable: cuando el ciclista participante en el Tour divisa en la lejanía la silueta de la Torre Eiffel camino de los Campos Elíseos, el sentimiento de orgullo y satisfacción te abruma con tanta intensidad que hasta olvidas por un momento las miserias vividas en estas tres semanas, y te engañas a ti mismo con el pensamiento de que tampoco ha sido tan complicado.
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