Tenía que ser contra Italia y en las Picornell. Con una mochila vacía de medallas desde 2009 en Roma. El equipo español llegó al Europeo casi en silencio, festiva por volver a casa, pero sin saberse favorita, incluso tras alcanzar el tercer puesto en la pasada World League. Los nueve años sin medallas en los grandes campeonatos pesaban como una losa. “Esta generación solo tiene que romper la barrera”, había reclamado el seleccionador David Martín cuando empezó el campeonato. Y España la rompió contra el Settebello en una semifinal dramática resuelta por 8-7. La selección se liberó de su pasado. Se hinchó de alegría. Se volvió joven, casi inconsciente de su actual hazaña.
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