La noche del 26 de mayo fue una mezcla de júbilo, incredulidad y crispación en el Real Madrid. Lo que se esperaba como un día para la historia del club con la conquista de la Decimotercera Copa de Europa —la tercera consecutiva— terminó convirtiéndose además en una sucesión de hechos imprevistos. Primero, Gareth Bale fue suplente; segundo, metió el mejor gol de su vida; tercero, interrumpió su celebración para insinuar que valoraba su salida del club; y cuarto, provocó una drástica alteración en los planes diseñados por el presidente Florentino Pérez, resignado desde enero a venderle este mismo verano. La noche del 26 de mayo Bale pasó de ser un jugador declinante a convertirse en la figura de referencia del Real Madrid.
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