Las pelotas de golf nos enseñaron que a veces para ganar en lo principal hay que ceder o perder en aspectos secundarios. Con ellas se demostró que gracias a los hoyuelitos (dimples) eran capaces de llegar más lejos al ser golpeadas que si fueran totalmente lisas. Las pelotas, igual que los ciclistas, no sólo chocan contra el aire sino que son envueltas parcialmente por una capa de aire que se perturba por su paso y que finalmente se separa del perfil. Los dimples, a costa de crear perturbaciones en esta envoltura provocan mayor fricción y grosor de la llamada capa límite, que en vez de laminar será turbulenta. Pero ese pequeño perjuicio se ve compensado con creces porque la capa turbulenta tiene más energía y se separa más lejos, envolviendo mejor al perfil. Así disminuye la resistencia debida a las bajas presiones que se crean por detrás y que denominamos succión o rebufo. Este efecto se ha usado en multitud de dispositivos y material deportivo y no solo mediante huequecitos o con rugosidades, sino también con dispositivos denominados aceleradores de capa límite. Todos ellos conseguirán mejoras en la penetrabilidad; es decir un valor de Cx (coeficiente aerodinámico) más bajo.
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