vendredi 28 juillet 2017

La sensación de Mireia, Sjöström y Caeleb Dressel

El 9 de agosto de 2008, en la piscina de calentamiento del Cubo de Agua de Pekín, la víspera de la primera jornada de finales del campeonato olímpico de natación, Michael Phelps cogió su bolsa de enseres y la estrelló contra el suelo. Estaba rabioso porque no tenía un buen feeling y no le importó desahogarse rodeado de nadadores, médicos y entrenadores de otros equipos. Le oyeron gritar como debió gritar Job en el desierto: “¡Estoy jodido!”.

Seguir leyendo.



source Portada de Deportes | EL PAÍS http://ift.tt/2uJXq66

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire