Gareth Bale apareció de forma fugaz en el amistoso de ayer entre Real Madrid y Manchester City. El galés recibió en campo contrario, sentó como si nada a Kompany con un quiebro, aceleró hacia Ederson, cargó su cañón izquierdo y la mandó a las nubes. Fue nada más empezar, en el minuto dos, y fue un visto y no visto. Un espejismo que duró apenas unos segundos antes de que la figura del galés se fuese diluyendo hasta pasar completamente desapercibida en la hora que estuvo sobre el césped. Desconectado en los dos primeros partidos de preparación, al atacante solo le queda ya un cartucho después de cuatro años de lesiones, irregularidad y unos pocos destellos de calidad y protagonismo. Su incapacidad para consolidarse como referente y la posible llegada de Kylian Mbappé amenazan más que nunca su categoría de intocable en el equipo e incluso su continuidad a medio plazo en el Madrid.
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