No hay un futbolista más desquiciante en el mundo que Neymar. El brasileño es un jugador de fábula que se distingue por encolerizar a los contrarios con su lengua y su regate, y por enfurecer a sus compañeros por perder los primeros minutos de cada partido en cambiar o ajustar las botas, ya sea en el Camp Nou o en Miami. No parece una maniobra de distracción sino más bien una treta comercial de un delantero excepcional, malabarista y valiente, desafiante en los escenarios más exigentes como por ejemplo San Mamés o el Calderón. Muy instintivo, ataca como un pura sangre desbocado, tiene mucha determinación, fuerza y desequilibrio, genera situaciones de superioridad con su fuerza y clase, desborda por dentro y por fuera, y ha sido decisivo en los últimos éxitos del Barça.
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