No se habla de otra cosa en la cola de la charcutería, corrillos de oficina y reuniones parroquiales desde hace unas cuantas semanas: Pep Guardiola está gastando dinero, mucho dinero. El asunto, trivial, no daría más de sí que cualquier análisis rutinario de la actualidad pero las formas en que se envuelve invitan a profundizar sobre las verdaderas motivaciones del runrún, a preguntarse qué oculta ese bisbiseo compartido con visible afectación, ese “te lo cuento aunque no debería” de manual que nos traslada a aquella Galicia de los años ochenta en la que cualquier abundancia de gasto te convertía en serio candidato a hijo de narcotraficante.
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