Hay pocas películas más vistas que Casablanca y pocos jugadores más admirados que Di Stéfano. Sin embargo, los dos tienen algo en común; en dos mundos de audiencias masivas, ha pasado a la historia una frase de la película que no se pronuncia en ningún momento: “Play it again, Sam” (Tócala otra vez, Sam) y un gol de la leyenda argentina que no se puede ver. Eso, y las narraciones de los que estaban en el campo y lo contaron, convirtieron el gol de Di Stefano en 1957 en una historia mítica que este año resolvió Mediaset haciendo una recreación que trataba de acercarse escrupulosamente, en diferentes ángulos, a lo que fue aquel remate. Una internada de Luis Suárez por la banda, un centro desde la derecha y Di Stéfano, a la altura del punto de penalti, se saca de la cabeza un escorpión: remata en plancha con los tacones y ajusta el balón al palo.
Al acabar el partido el portero de Bélgica, la selección contra la que se enfrentaba España, dijo: “Me ha trastornado el primer gol de Di Stéfano; no sé cómo lo hizo. Está fuera de toda lógica”. Que el mejor momento de Di Stefano con España fuese en un amistoso y con un gol que no quedó inmortalizado resume la relación de la estrella del Madrid con la selección.
Al ser objeto de leyendas, curiosidades, testimonios y recreación, el gol de Di Stefano fue también una obra literaria y fundamental del tiempo en que las cosas había que imaginarlas para revivirlas. Del mismo modo que la sobreexposición del diálogo de Casablanca terminó por injertar una expresión que no se decía hasta convertirla en la frase más famosa, la ausencia de imágenes del gol de Di Stefano obligó a soñarlo en tantas ocasiones que se ha convertido en un gol de goles, un momento que cada uno lo convierte como propio según sus deseos.
Como toda obra de arte, fue un remate producto de un error. Di Stefano no esperó lo suficiente a ver el centro de Luis Suárez y adelantó su posición, le sobraron dos pasos en dirección a la portería; fue entonces cuando convirtió en décimas de segundos ese problema en una solución brillante. No fue un gol buscado: fue un gol inventado sobre la marcha que hizo explotar a Di Stefano en su celebración (“la clavé”). El domingo hizo uno no parecido, pero sí inspirado, Olivier Giroud en el Arsenal. Fue un golazo que cerraba un contragolpe. También, como siempre en ese tipo de remates, producto de una mala posición. Será un golazo con millones de espectadores. No se podrá soñar: ese tiempo, el mejor y el peor de los tiempos, ya no existe.
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