A Mateo Kovacic le esperaba el domingo en el vestuario su hermanoLuka Modric. Compañero, amigo y pequeño faro que le guió en su proceso de adaptación al club y al fútbol español, vio el partido desde el palco y fue el primero en bajar para felicitarle por el gol que abrió el marcador y por el pase a Cristiano Ronaldo en el segundo. Al centrocampista croata de 22 años —al que algunos siguen viéndole un corte defensivo que nunca ha tenido— ya no se le mira como a una joven promesa que acaba de llegar y necesita asentarse y demostrar en cada partido que vale para un equipo como el Madrid.
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