No era fútbol de alta escuela ni de baja estopa, ni de baja intensidad, porque el pálpito del partido era hipertenso, tanto que los errores se acumulaban. El gol de Sporting, por un penalti que recibió y despacho Cop, convirtió San Mamés en una planta de cardiología saturada de urgencias. La presunta placidez de una tarde de domingo se convirtió de pronto en un ir y venir de sueños y ansiedades. El gol de Cop fue adrenalina pura para la depresión anímica del Sporting, que se agarra a la vida (de Primera) con los dedos pulgares de los luchadores.
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