Jon Rahm emboca a cámara lenta un putt serpenteante de 18 metros cuesta abajo en el hoyo 18 y las metáforas se multiplican, pero ninguna parece capaz abarcar todo lo que significa ese mínimo toque a la bola con un putter rojo. Ni tampoco los números de todos los colores que acompañan la primera victoria profesional de Rahm, conseguida en el terrible campo sur de Torrey Pines, junto al rugiente Pacífico en San Diego (California, EE UU). El triunfo que transforma a los ojos del mundo al vizcaíno, que pasa de ser un novato de 22 años en el mejor circuito de golf del mundo, el de la PGA norteamericana, en la nueva gran estrella joven. O, como dice Phil Mickelson, uno de los grandes campeones del siglo: “Jon es mucho más que un buen jugador joven, es uno de los mejores jugadores del mundo. No tiene ningún punto débil, todo en él es fuerte”. Lo podrá demostrar dentro de dos meses y medio en el Masters de Augusta, el primer grande el año, al que la victoria en San Diego le abre la puerta.
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