lundi 30 janvier 2017

Federer no entiende de imposibles

Mientras el público de Melbourne brincaba en sus asientos y millones de televidentes se roían las uñas, quienes afrontaron con mayor tranquilidad la apoteósica resolución de la final fueron los protagonistas. “Ivan [Ljubicic, su entrenador] estuvo todo el día nervioso, así que traté de calmarlo, al igual que a mi fisioterapeuta”, decía ayer Roger Federer, en tono distendido, mientras departía con los periodistas en la sala de prensa y el trofeo Norman Brookes descansaba a su lado. Un premio que dista 13 años y 206 días del primero que consiguió el suizo en un Grand Slam, 14 temporadas atrás en Wimbledon (2003). Allí, en Londres, también había alzado el último, hasta que ayer desempolvó los libros de historia en Australia.

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