Si Dios jugase al tenis daría el revés a una mano como Roger Federer. El revés a una mano es el signo de distinción de la aristocracia del tenis, la estirpe de jugadores que se mantienen fieles a la tradición. Hay pocas decisiones más importantes para un niño en una pista de tenis que la de dar el revés. Lo moderno, martillear a dos manos, querer ser Agassi. Lo antiguo, soltar el brazo como un látigo, pegarlo a una mano como Stefan Edberg.
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