Si George Best levantara la cabeza... tendría 70 años y poco más de un mes. Es decir, seguiría siendo joven, alocado, ingenioso y mantendría esa habilidad que le valía para regatear a los defensores y mantener el equilibrio en el trayecto que le llevaba del pub a su casa tras una (otra) noche de alcohol. Ni lo uno ni lo otro le ocurría siempre: de hecho, el desequilibrio futbolístico era más habitual que el equilibrio humano. Después de Gilbert Keith Chesterton, Best será el personaje más citado por su ácida agudeza para reírse de sí mismo, para ahogar sus problemas en la velocidad implacable de su ingenio.
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