La Fórmula 1 se asoma a otra de esas revoluciones que sufre periódicamente su normativa técnica, o no. Las escuderías viven pendientes de la multitud de cambios que deben entrar en vigor el año que viene, y tratan de calibrar cuál será su efecto en los actuales monoplazas. Los ajustes en aquello referente a la aerodinámica y al chasis de los coches ya quedaron fijados hace tiempo, y el principal foco de discusión en la actualidad gira alrededor de los motores. Como no podía ser de otra forma, Mercedes, gran dominador de la era de los propulsores híbridos, con dos dobletes consecutivos (2014 y 2015) y el tercero en camino, es la compañía más reticente a este zarandeo técnico. La mayor parte del resto está a favor de agitar las cosas tanto como se pueda.
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