El moño samurái y la barba poblada delatan su espíritu guerrero. Jorge Maqueda (Toledo, 31 años) siempre ha sido un tipo indómito sobre la pista, un rebelde, el primero que iba a la guerra. Y, a veces también, un "cabra loca", como él ha reconocido a menudo. La vida y los años lo sosegaron, apaciguaron a ese jugador que "iba al límite" y emergió otro "con un poco más de cabeza". "Eso forma parte del pasado y la juventud, ahora estoy más asentado", matiza de buen humor y a punto de echarse la siesta en el hotel de la selección en Viena, sede de la segunda fase del Europeo de balonmano.
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