En Indonesia, en el Istora Senayan de Yakarta, buscaba Carolina Marín un premio a su constancia, tenacidad y garra. Las que ha puesto durante el último año para recuperarse de la rotura del ligamento cruzado. En el Istora, justo a finales de enero de 2019, tuvo que abandonar la final contra la india Saina Nehwal que dominaba por 10-3. En un movimiento lateral, la rodilla cedió. Se tiró al suelo, asustada, pidiendo la ayuda de Anders Thomson, su segundo entrenador. Se levantó sola, intentó probarse y tras ganar un punto más avisó al árbitro de que no podía seguir. Se tiró de nuevo al suelo y rompió a llorar. “No puedo, no puedo”. En casa, Fernando Rivas, su técnico, se dio cuenta enseguida de que la lesión era grave y reunió al resto del equipo para trazar el plan de recuperación. Las pruebas confirmaron que Marín se había roto el cruzado. Pasó por el quirófano y a la semana siguiente estaba entrenando a la pata coja en el CAR.
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