A Garbiñe Muguruza le delatan el rostro, más pálido que de costumbre y la voz, temblorosa y nasal mientras analiza su debut en Melbourne. Lleva una semana con moquera y fiebre elevada, tiene los ojos vidriosos y el virus todavía se resiste a abandonar su cuerpo. “Es frustrante, porque esto no es como un dolor en la pierna y no puedes controlarlo. Estoy intentando recuperarme lo más rápido posible y aquí la ventaja es que juegas un día sí y uno no”, dice después de sortear un estreno partido en dos ante la estadounidense Shelby Rogers. De la nada al todo. Afortunadamente, el inicio no tiene que ver nada con el final y el desenlace es proporcionalmente inverso al arranque: 0-6, 6-1 y 6-0 (en 1h 34m).
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