El Barça ha recuperado la pulsión autodestructiva que le caracterizaba, quizá porque nunca la perdió. En cualquier caso, se trata de un club que desde enero de 2003 no ha despedido a ningún entrenador durante la temporada, síntoma de sensatez y estabilidad. En aquella ocasión, Radomir Antic sustituyó a Louis Van Gaal. Eran los días del síndrome Figo. El equipo no había ganado un título desde la marcha del portugués al Real Madrid. Era un club precipitado de mala manera a un post nuñismo quejica, sin ideas ni liderazgo. Allí terminó una época. Medio año después, Joan Laporta ganó las elecciones, llegó Ronaldinho y un chaval argentino estaba a punto de despegar.
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