“Desde pequeñita era muy movidita y estaba obsesionada. Le decía a mi madre que quería hacer gimnasia como los monos. Lo más parecido que encontró fue la gimnasia artística”, ríe Celia Fernández (Madrid, 31 años) recordando sus inicios en el deporte a los ocho años. Durante cuatro siguió un duro entrenamiento que la llevó a diferentes competiciones, pero su carrera como gimnasta profesional finalizó al no aceptar ir al equipo nacional. “Había que irse de casa, cambiar de colegio, vivir en un piso concentrada con el resto del equipo, entrenarse ocho o nueve horas al día… Decidí no aceptarlo y me quedé en mi gimnasio”.
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