La fuerza del Barça está en atacar, no en ser atacado. Ahí reside el foco de las frustraciones del aficionado culé después del clásico. Y también estoy seguro de que los jugadores blaugranas y el cuerpo técnico son plenamente conscientes de dónde está su punto fuerte. Pero el Real Madrid tuvo un plan y lo supo ejecutar con personalidad, con presión alta, arrinconando al Barça en su campo y desactivando a su tridente ofensivo, que estuvo demasiado tiempo desplazado a 50 o 60 metros de la portería contraria. Incluso cuando el Barça lograba robar el balón, no acertaba en ese segundo o tercer pase que le permitía saltar la presión del Madrid. Tampoco era normal ver a Griezmann demasiado tiempo haciendo tareas de equipo lejos del área, es algo que seguramente habrá aprendido a fuego bajo el mando de Simeone, pero su potencial quedó totalmente difuminado.
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