Cabe preguntarse dónde afinó su puntería el destino. Un día de otoño de 1982, un bloque de piedra del tamaño de una maceta se desprendió y rodó por la caótica ladera sur del Annapurna (8.091 metros). Cayó justo en la cabeza del alpinista inglés Alex MacIntyre, que ya estaba muerto cuando su cuerpo aterrizó en la nieve y empezó a deslizarse cada vez más rápido hacia la base de la pared. Tenía 28 años y hasta ese día parecía inmortal. Admirado entonces, ahora es un alpinista de leyenda. La pequeña lápida en su memoria a los pies del Annapurna recoge una frase atribuida a un proverbio tibetano: “Es mejor vivir un día como un tigre que una vida entera como una oveja”.
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