No todo el mundo celebrará con entusiasmo, o al menos con esperanza, la llegada del nuevo año. Dejando de lado a aquellos que rechazan organizar sus momentos de alegría según algo tan arbitrario como el calendario gregoriano, y excluyendo con el mayor respeto a quienes temen que un problema de salud tenga un mal desenlace en los próximos meses, queda un grupo de personas que recelan de 2020. Esas personas caminan hacia el futuro con la sospecha, o la convicción, de que su desgracia ya tiene fecha. En Argentina, el 1 de marzo de 2020.
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