dimanche 22 décembre 2019

El baloncesto late de nuevo en Valladolid

Cuando Mike Hansen y Lalo García se conocieron en Valladolid a mediados de los noventa, con 24-25 años, ambos eran simplemente dos buenos profesionales de baloncesto que venían de entornos muy distintos. Mike, hijo de un militar estadounidense casado con una española, había estudiado en Madrid y también en Estados Unidos; había sido compañero de Shaquille O’Neal en la Universidad de Louisiana, y medalla de bronce en un Europeo de baloncesto con nuestra selección, en 1990. Lalo, en cambio, sólo había vivido en su ciudad de nacimiento, y a esa edad ya ejercía de capitán del equipo desde hacía varias temporadas. El tiro a canasta de Mike, su técnica de bote y de pase eran de una estética insuperable. Lalo era sobre todo pura potencia y determinación. A Mike le gustaba hablar en inglés con los americanos del equipo para comentar las historias de planetas entonces muy lejanos, como la NBA o la Liga de fútbol americano (NFL). Lalo exigía a los extranjeros —algunos de ellos mitos de nuestro deporte, como Arvidas Sabonis y Óscar Schmidt— pruebas casi diarias de castellanía, empezando por el idioma y acabando por enfrentarse a un lechazo con el vino de la tierra tras las victorias de prestigio, que eran muchas entonces.

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