“Cuando llegue el momento equis, vamos a dar un chupinazo que se van a cagar”, decía Saúl Craviotto el pasado mes de julio en Trasona, en las semanas previas al Mundial en las que el K4-500 vivía bajo lupa y con un montón de dudas e incertidumbres. Llegó el día equis, este domingo en Szeged y el barco capitaneado por Craviotto resurgió con orgullo. Consiguió una plata que hace dos meses parecía imposible y también el billete olímpico para los Juegos de Tokio. Era aquí en este Mundial o nunca; para esta prueba no existe el colchón del preolímpico. “Por fin, por fin”, exclama el cuatro veces medallista olímpico; mientras le gritan: “os habéis ganado una cerveza”. El K4-500, que cambió de integrante hace cinco semanas y trabajó contrarreloj para acoplar a Carlos Arévalo, ha conseguido una plata por detrás de Alemania, máxima potencia mundial, a la que llegó a estar por delante durante varios metros a mitad de carrera. “Me lo creí, me lo creí yo también que podíamos conseguir el oro. Han estado perfectos”, exclama Miguel García, el entrenador. 0,50 cedieron en línea de meta Craviotto-Arévalo-Cooper-Germade al cuarteto alemán. Terceros fueron los eslovacos, a 1,70.
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