Egan Bernal, flaco, sonriente, moderadamente feliz, vuelve a la competición oficial en la Clásica de San Sebastián, 227 kilómetros y siete ascensiones antes de alcanzar la meta del Boulevard. Con toda naturalidad, sin que la victoria en París se le haya subido a la cabeza. Ningún vencedor del Tour había corrido en la prueba guipuzcoana desde Carlos Sastre, hace once años. “Lo tenía en los planes tras el Tour. Después suelo estar en buena condición y la Clásica tiene mucho prestigio y hay que aprovechar la forma. Espero poder terminarla al menos, que el año pasado no pude”, y sonríe –con moderación–, recordando que hace un año se cayó en el descenso de Miraflores, poco después del restaurante de Arzak, se rompió la mandíbula y perdió varios dientes. Pero repite experiencia: “Correr en el País Vasco siempre es bonito, tiene una gran afición y quiero dar espectáculo, no sé cómo voy a estar. También lo hago por mi entrenador” –Xabier Artetxe–, que es de acá. A ver qué pasa”.
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