Los ciclistas aman y admiran la montaña, y la temen y a veces la odian, y en su cabeza, en su corazón que a veces se niega a seguir sus deseos, en sus piernas, pesa tanto tanta carga contradictoria de pasiones que muchas veces, cuando fatigados, al borde del agotamiento, salen a pedalear en mitad de los Pirineos, solo encuentran fuerzas para actuar encomendándose a una emoción más fuerte que todas las demás.
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