En la estación de Chambéry, donde medio Tour coge el TGV para subir a París desde los Alpes, Jean François Bernard felicita a un periodista colombiano que le promete además que este no será solo el Tour de Egan, sino el primero de los Tours de Egan, y Bernard, uno de los ciclistas franceses que nunca cumplió su destino de ganar un Tour, asiente y concluye: “Eso significa que jamás volveré a ver a un francés ganar el Tour”. El pesimismo de Bernard, aquel gran corredor que se vistió de amarillo un día de 1987 tras ganar la cronoescalada del Mont Ventoux, parece más sólido y más amarrado a la realidad que los espejismos del presidente Macron, quien llamó el viernes a Alaphilippe para decirle que Francia creía en él, y el sábado se hundió.
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