Fue un gesto irreflexivo, pero a Borja Iglesias se le escaparon varios aspavientos cuando el portero rival, apenas en el minuto 20 del encuentro, agarró el esférico para, de inmediato, pegarle tan duro que acabó en el área blanquiazul. Sin intención, sin sentido. Allí no había un solo jugador del Stjarnan como tampoco lo estaban en la mitad del campo del Espanyol, sino que todos los islandeses estaban de la mano de su portero, únicamente preocupados por defender y, en caso de milagro, tirar algún contragolpe esporádico. No se dio. Y por eso fue irreflexivo el gesto de Iglesias, porque por mucho que en ese segundo le molestara no haber cazado el balón aéreo y la consiguiente poca predisposición del Stjarnan a jugar, el partido estaba en el mejor de los escenarios: el Espanyol jugaba en campo rival y solo era cuestión de tiempo y persistencia, también de puntería, resolverlo. Costó lo suyo, pero fue suficiente para cerrar la eliminatoria de la ronda previa de la Liga Europa.
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