“Oye, ¿y qué sabemos de Estados Unidos? Pues ni p… idea”. En la vorágine de partidos y sensaciones extremas que se viven a lo largo de un torneo, nadie reparaba aquel 23 de julio de 1999 en Lisboa, que España estaba a punto de alumbrar la generación de oro. Acababa de deshacerse en las semifinales de Argentina y dos días después le aguardaba la final ante Estados Unidos.
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