Egan Bernal ha llorado tres veces desde que se subió al podio y recibió la camiseta amarilla de líder del Tour de Francia. Lo ha hecho cuando recibió el león en sus manos y cuando abrazó a su papá. Han llorado también en Zipaquirá, el pueblo a una hora de Bogotá donde nació hace 22 años, cuna de ciclistas como Efraín El Zipa Forero, un escarabajo -apodo con el que se conocen a los corredores colombianos- de los años cincuenta; y se han emocionado, frente a radios y televisores, en muchos rincones de Colombia, donde se vive el ciclismo como el verdadero deporte nacional.
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