dimanche 3 mars 2019

Ureña derrota a las emociones para ganar el heptatlón

Cuando pasa por encima del listón tan alto, a cinco metros del suelo, Jorge Ureña nota que su pecho lo roza, y que empieza a temblar. Es su tercer intento. Si derriba, se acabó la historia y el sueño del oro. Si el listón resiste la victoria solo dependerá de él, ni de factores externos ni de la suerte ni de lo que hagan los rivales. Será una carrera de él contra el reloj. Una carrera de 1.000 metros que él sabe que puede controlar. El listón tiembla largos segundos, pero resiste. Tumbado boca arriba en la colchoneta de aterrizaje, Ureña, 25 años ya muy trabajados en la prueba más dura del atletismo, lo mira y una sonrisa inmensa, qué placer, qué felicidad, le transforma la cara. En las gradas sube y baja loco de alegría su padre, y su entrenador, José Antonio Ureña, y agita los brazos celebrándolo. Pocas horas después, su hijo termina el 1.000m en 2m 44,27s. Gana la prueba. Gana el heptatlón con 6.218m, la mejor marca mundial del año, a solo 31 puntos, cuatro segundos, de su récord nacional.

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