Se trata de caminar unos ocho kilómetros por jornada, con calor o lluvia, cargando con una bolsa de palos que pesa unos 20 kilos, sin saber exactamente cuánto vas a cobrar y sin reconocimiento público ni fama. A priori no parece el puesto más deseado en el mundo del deporte. El rol de mero porteador ha acompañado a la figura del caddie desde sus orígenes. Así se llamaba en Edimburgo a quienes ejercían las labores más simples y peor pagadas: mozos, barrenderos... Incluso la vestimenta, como esos monos blancos del Masters de Augusta, les ha señalado como simples acompañantes de los golfistas.
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