El fútbol más sublime fue siempre el de las retransmisiones radiofónicas. Las de antes, cuando no existía televisión y las imágenes de las mejores jugadas no se repetían hasta el infinito. Salvo para los afortunados que podían acudir al estadio, ese fútbol se imaginaba. Se soñaba. En él cabía cualquier exageración. Jugadores como Didí, Walter, Labruna, Sívori, Meazza y tantos otros forman parte de una categoría onírica, muy especial: solo sabemos lo grandes que fueron porque hay testigos que lo aseguran.
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