Cuando el viejo fútbol ofrece una maravilla no hacen falta intérpretes que anuncien apariciones deslumbrantes. Algo de esto ocurrió en Amsterdam este domingo. Desde el primer minuto del partido que enfrentó a Holanda y Alemania por la clasificación de la Euro se hizo evidente que había algo en el equipo visitante que descuadraba al local. Un moreno de estatura media que siempre aparecía en los espacios vacíos para tocar y moverse, como si cumpliese con el tránsito doméstico que conecta el salón con la cocina. No es tan sencillo estar constantemente desmarcado. Mucho menos cuando se enfrenta a una buena defensa. Pero el hombre en cuestión acudía exactamente al punto indicado y devolvía las pelotas que pedía con precisión, añadiendo claridad a cada acción. Se trataba del joven Serge Gnabry, de 22 años, hijo de padre marfileño y madre alemana. A la hora de partido Holanda estaba aturdida. La revolución de la Mannschaft fue la revolución de Gnabry.
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