Con su mejor versión, largamente esperada, el Villarreal destrozó a un Sevilla sin energía ni tacto. La sabiduría de Cazorla, la experiencia de Iborra y las piernas de Pedraza, un pura sangre el cordobés por la banda izquierda, y el hermetismo en defensa, sentenciaron al Sevilla, insustancial en el primer acto. Cuando quiso reaccionar ya contaba con dos goles de desventaja. El Villarreal, diez jornadas después, volvió a sentir las sensaciones del triunfo, tan vital como necesario. Calleja ha dado por fin con la tecla para hacer reaccionar a un equipo cuyo potencial no va acorde con la clasificación.
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