La permanente revolución en la que vive instaurado Ferrari desde que ganó su último título mundial de Fórmula 1 en 2007 de la mano de Kimi Raikkonen ha pasado este invierno por uno de sus periodos más movidos, con la sustitución de Kimi Raikkonen por Charles Leclerc y por la marcha de Maurizio Arrivabene como director y su relevo por Mattia Binotto, director técnico desde 2016. Mientras la apuesta por el joven piloto monegasco (21 años) hay que interpretarla como un gesto tremendamente valiente por parte de una de las estructuras más conservadoras del paddock, la promoción del Binotto es una evidencia de cómo la cúpula ejecutiva de la marca de Maranello interiorizó el fracaso de la temporada pasada. Para los administradores de la compañía, si Ferrari no pudo coronarse con Sebastian Vettel fue por la mala gestión del grupo y sus egos, no porque el coche, más influyente que nunca antes en el campeonato, tuviera alguna carencia que le impidiera medirse en corto al Mercedes, menos dominador que en los cursos precedentes.
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